sábado, 2 de junio de 2012

Artigas, el jefe rebelde (Parte II)

La ley de la frontera

Es una constante del bandolerismo su su vinculación con trastornos de cambio en la sociedad agraria, así como la localización periférica del fenómeno, en áreas apartadas del centro pero no del radio de ese cambio. Los hechos que referimos se ubican en el contexto de transición de la región del Plata a fines del siglo XVIII, cuando sus cuantiosos recursos ganaderos se valorizaban en función de la apertura comercial, y Montevideo, surgida como fortificación estratégica, adquiría creciente importancia por su movimiento portuario y mercantil.

Si bien toda la Banda Oriental era un "espacio de frontera" respecto al imperio luso-brasileño, las aventuras del joven Artigas transcurrieron en la franja cercana al  río Uruguay y en el espacio más específicamente fronterizo que se extendía entre el río Negro y el deslinde con Brasil. En aquel llamado "lejano norte" de la provincia, con abundantes pastos y hacienda salvaje, la explotación económica estaba poco organizada y la autoridad colonial era ineficaz. Los administradores de las misiones guaraníticas reivindicaban su jurisdicción y los portugueses también las pretendían e incursionaban desde Río Grande do Sul. Era además el territorio de las tribus charrúas, minuanes y otras parcialidades, que se dedicaban a cazar, criar y domesticar equinos y vacunos, rechazando las reducciones y la evangelización pero manteniendo asiduas relaciones con los asentamientos hispano-criollos.

Vaquerías en el Río de la Plata
Las autoridades trataban de reprimir las vaquerías sin licencia y el tráfico de Brasil, que extraía cueros y hacienda en pie respondiendo principalmente a la demanda de las zonas mineras, e introducía tabaco, alcoholes y otras mercaderías. Si bien los ejecutores eran gauchos criollos o brasileños e indios, el contrabando era impulsado por los comerciantes de Río Grande con la participación de estancieros, mercaderes e incluso funcionarios de la provincia oriental. Era una fuente de trabajo y de beneficios para mucha gente y una necesidad para el abastecimiento de las poblaciones, más aún en el norte.

Otro aspecto significativo del entorno es la condición de los gauchos y los indios "infieles". Estos grupos marginales a la sociedad colonial se habían originado de modo semejante en las fronteras de la región del Plata, en base a la liberad para disponer de los ganados que tradicionalmente se consideraban de propiedad común, y al extenderse el control del régimen monopolista en la campaña fueron perseguidos con progresivo rigor como malhechores. Esto ha sido explicado por los estudios que trataron la represión a los gauchos y el sentido de la aplicación de las ordenanzas de "vagos y malentretenidos". La resistencia indígena también fue catalogada como bandidaje para justificar las acciones punitivas y presenta una esencial analogía con la rebeldía de los gauchos, más allá de obvias diferencias culturales. Son variantes del conflicto típico focalizado por los historiadores del bandolerismo, en el cual la ley, al criminalizar lo que es parte de la cultura y la necesidad de vida de un grupo social, los convierte masivamente en delincuentes.

Como en toda historia americana, el avance inexorable de los propietarios y la autoridad estatal sobre los territorios de frontera tendió a desalojar o despojar de sus recursos a las poblaciones autóctonas -criollos e indios, agricultores y pastores-  a través de la "privatización" del ganado, la tierra y/o el agua. En el marco de la resistencia a ese proceso, era lógico que se atenuaran las diferencias entre aborígenes, gauchos y bandidos, lo cual explica las formas de solidaridad entre ellos tanto como la visión del poder que los engloba en la categoría de bandolerismo. Sin embargo, sería aventurado reducir los conflictos a un antagonismo de clase entre estancieros y gauchos -como lo hace Slatta para el caso de la provincia de Buenos Aires- sin advertir que, especialmente en la situación periférica de la Banda Oriental y en relación a la administración del monopolio y el contrabando, existieron otras rivalidades en el seno de los sectores propietarios también intereses comunes de algunos de éstos con las poblaciones rurales.

El bandido justiciero

El joven Artigas cimentó su prestigio demostrando las habilidades y compartiendo las virtudes y vicios de los gauchos. Dentro de las formas de sociabilidad propias de aquel medio, aficionado al juego de naipes, ganó fama como bailarín, "galanteador" y cantor de coplas con guitarra. Alrededor de 1790 se relacionó en la villa de Soriano con Isabel Velázquez, cuyo marido estaba preso por homicidio, y tuvo de ella un hijo, José Manuel, que lo acompañó luego en las luchas de la independencia. Otro hijo suyo, Pedro Mónico, fruto de un amorío en Las Piedras en 1792, fue reconocido como tal y recibió un legado sucesorio del abuelo.

Las vinculaciones de Artigas con los charrúas y su colaboración en el caso del arreo de contrabando del verano de 1895-96 son resaltadas en un ensayo de Carlos Maggi, apoyando la conjetura de que Artigas habitó en sus tolderías y tuvo entre ellos mujer e hijo. Esto no puede considerarse demostrado, aunque hay abundantes indicios de una gran intimidad de Artigas con las tribus.

Si, como razona el historiador uruguao Washington Lockhart, aquel arreo clandestino de Artigas no era sino para ayudar a los charrúas, "corrigiendo agresiones y robos perpetrados contra ellos", la definición coincide con la imagen popular del bandido descrito por Hobsbawm, que "corrige abusos" y "roba a los ricos para ayudar a los pobres", actuando de manera solidaria con la comunidad tradicional que lo sustenta. Si ubicamos al personaje en la categoría de los "buenos bandidos" de todos los tiempos, hay que pensar que compartía los beneficios de sus actividades ilícitas con los paisanos, y especialmente con los indios, asegurándose la cooperación de una red de informantes y encubridores a lo largo del terreno de sus andanzas.

Las conexiones de Artigas con los traficantes de Rio Grande, e incluso con estancieros y comerciantes de Montevideo, que le podrían haber facilitado sus familiares -tema este que no ha sido suficientemente investigado- aclararían mejor la amplitud de la red de intereses que anudaba el contrabando.

Mitre afirma que hacía justicia y aplicaba castigos ejemplares, incluso "como árbitro en las cuestiones de los vecinos por cuyos distritos pasaba". Otros relatos legendarios sostienen que penaba a los malhechores y aún agregan que imponía "contribuciones". He aquí otro rasgo del bandido social, que Hobsbawm destaca señalando su preocupación por administrar "una justicia más general de la que podía lograr mediante dádivas ocasionales", de tal manera que algunos llegaron a ejercer funciones de magistrado o de "gobierno paralelo".

"El gaucho cantor" León Pallière (18565)
Las hazañas de Artigas burlando la autoridad, su reputación de rebelde indomable, justiciero y amigo de los pobres, adquirían una dimensión heroica para los habitantes de la frontera -aún más allá de los campos del noroeste- que dependían de manera directa o indirecta del contrabando y rechazaban instintivamente la ley de la colonia. Gauchos, tribus indias, agricultores y criadores pequeños y medianos, peones y esclavos de las estancias, no constituían un campesinado homogéneo, sino un conjunto de grupos, estratos y comunidades dedicados a diversas labores, con cierta movilidad para adaptarse a las variantes estacionales y cíclicas. Pero sin duda compartían el rechazo a la autoridad realista y los valores tradicionales que caracterizaron la cultura de las pampas. Las fuentes históricas y folklóricas muestran que estos paisanos practicaban, anhelaban o admiraban el estilo de vida libre, alegre y bravío que personificaban en general los gauchos, y en particular su máximo exponente que fue el bandolero Artigas.

El pacto con el poder

Virrey Olaguer y Feliú. Guth José (1790)
Uno de los desenlaces típicos en la carrera  del bandido social, según Hobsbawm, es que el rey lo perdone tomándolo a su servicio. Es lo que sucedió en 1797. A fines del año anterior el virrey autorizó constituir un Cuerpo de Blandengues en la provincia oriental, como el que ya existía en Buenos Aires, para vigilar la frontera con Brasil y perseguir el contrabando. Siguiendo el texto de Cavia, "el objeto era expurgar aquella campaña de los facinerosos que la infestaban" y "puede afirmarse que la necesidad de escarmentar a D. José Artigas y sus camaradas tenía la mayor parte en el proyecto de organizar aquella fuerza". En febrero de 1797 el gobernador de Montevideo, Olaguer y Feliú publicó un bando para reclutar voluntarios, ofreciendo indultar a cualquier perseguido que no estuviera acusado de homicidio o enfrentamiento armado contra la autoridad. Aunque Artigas era por lo menos sospechoso de tales delitos, en marzo se acogió al perdón y durante las semanas siguientes reunió varias decenas de gauchos -"facinerosos" los llama Vedia- que ingresaron con él al servicio".

La "leyenda" recordaba que fue Artigas quien puso las condiciones de aquel indulto,  incluso la admisión de los miembros de su banda en el nuevo cuerpo. El manuscrito de Mitre afirma que Olaguer y Feliú, "conociendo lo importante que sería en sus filas un hombre como Artigas, negoció con su familia su indulto". Cavia refiere que don Martín José aprovechó aquella ocasión e hizo valer todas sus conexiones, persuadiendo a las autoridades y lisonjeando a su hijo con la carrera que se le ofrecía.

Sarmiento señala, respecto a los comandantes de campaña, que "el gobierno echa mano de los hombres que más temor le inspiran para encomendarles este empleo, a fin de tenerlos en su obediencia". Hobsbawm observa que allí donde el Estado es remoto, ineficaz y débil se inclina a pactar con el poder local al que no puede vencer. Pero la conversión del rebelde en gendarme es siempre conflictiva. La autoridad corre un riesgo de conjurar un mal del presente que se acrecentará más tarde, como discurre Sarmiento. Por otra parte, el rebelde puede también transformarse en un instrumento del poder contra su gente. ¿Cómo se desenvolvió Artigas en esta contradicción?

Poco después del indulto, Olaguer y Feliú asumió como virrey interino. Dió a Artigas desde el comienzo gran autonomía y lo envió al Chuy, donde aquel invierno actuó al mando de una "partida volante". En octubre de 1797 lo nombró capitán de milicias de la caballería del Regimiento de Montevideo, y en marzo de 1798 ayudante mayor del Cuerpo de Blandengues, establecido en Maldonado. La actuación de Artigas en ese año, reprimiendo a contrabandistas y ladrones, incluyó ataques a los indios, aunque al parecer no a los charrúas. Los partes de operaciones reflejan su renuencia a "hacerles daño" y ciertas desinteligencias con los oficiales de carrera.

A mediados de 1799, el comandante de Blandengues propuso ascender a Artigas para ocupar una plaza de capitán, pero el nuevo virrey, el marqués de Avilés, lo rechazó observando el "origen que tuvo la entrada de Artigas en el servicio y el extraño medio con el que se le proporcionó su rápido ascenso de soldado a ayudante mayor". No habría más progresos en su carrera hasta 1810.

Un espía de Portugal, el teniente coronel Curado, que viajó al Río de la Plata en 1799 en misión diplomática, describió en su informe el cuerpo oriental de Blandengues, cuestionando qué podía esperarse "de una tropa cuyo primer establecimiento se formó con facinerosos, indios y malhechores". Según le había dicho un comandante, "los asesinatos, robos y deserciones son tan frecuentes, que lejos de aminorar el trabajo de la tropa veterana, para cuyo fin fueron creados, les han aumentado el servicio porque no se puede confiar nada en ellos". Sin embargo Artigas apreciaba a esos hombres. No los disciplinó de acuerdo a los cánones militares europeos, pero los convirtió en una tropa eficaz para las funciones y el estilo de mando que él ejercía.

La escuela del protector


La política virreynal oscilaba entre la posición de los estancieros y militares que clamaban por el exterminio de "los infieles" y otras opiniones orientadas a mantener la paz. Los conflictos se agravaron, y en 1798 y 1801 las expediciones que comandó el capitán Jorge Pacheco arrasaron a los rebeldes charrúas en la frontera norte. Sin duda Artigas no compartía esa política. Hacia 1799 trajo de las tribus a un indiecito adolescente y lo dejó en casa de un hacendado de Paysandú para que lo criaran como cristiano: probablemente era el mismo "caciquillo" Manuel que lo acompañó luego, tratado como hijo y llevando su apellido.

En 1800 Félix de Azara pidió que Artigas lo acompañara en su expedición a la frontera para asentar a las familias que habían venido de España con destino a la Patagonia. Así fundaron la población de Batoví, donde Artigas actuó expulsando a algunos ocupantes portugueses, participó en las asignaciones de tierras y seguramente tuvo oportunidad de discutir con Azara los problemas socioeconómicos de la zona: era necesario poblar, organizar la crianza como alternativa a la ganadería destructiva y regularizar la propiedad, pues el sistema de denuncia y compra a la Hacienda Real era inaccesible para los compradores humildes, a menudo desalojados por acaparadores que las mantenían ociosas.

Matizando la visión de que las ideas progresistas de Azara influyeron en Artigas, algunos historiadores señalan que en cuanto a la distribución de tierras fue a la inversa, ya que aquél rectificó propuestas anteriores en las que recomendaba dar  preferencias a "los más acomodados". El informe que elevó Azara, tras censurar el acaparamiento del suelo, el desperdicio de recursos y el mal manejo de las estancias, recomendaba dar libertad y posesiones a los indios cristianos y reducir a los infieles, redistribuir las tierras en favor de los auténticos pobladores y los pobres, regularizar los títulos de dominio y construir iglesias y escuelas. Al analizar las causas del contrabando, sostenía que la única forma de evitarlo y asegurar la frontera era legalizar y reglamentar el comercio con Brasil.

Artigas desempeñó otras comisiones en la frontera, pero volvió a Montevideo y permaneció inactivo durante 1803, pidiendo el retiro del servicio. Tenía 38 años, y un informe médico certificó que sufría cierta afección artrítica reumática, de pronóstico alarmante si continuaba su "agitada vida".

Mientras la solicitud era elevada al virrey, Artigas aceptó en abril de 1804 salir en misión contra "los indios rebeldes", para lo cual el gobernador le daba como de costumbre amplia autonomía. Las divergencias de Artigas con el coronel Rocamora, que había establecido el campamento de sus fuerzas en Arerunguá, determinaron al virrey a desautorizar a ambos y enviar con plenos poderes al teniente coronel Francisco Javier de Viana, a quien Artigas guió atacando a unas bandas de faeneros e indios tapes. En los documentos de esa campaña, Maggi detecta numerosos indicios de que Artigas actuó para proteger a las tribus con las ue seguía vinculado, procurando que Rocamora retirara su campamento del rincón de Arerunguá -un centro del hábitat charrúa- y enviando al caciquillo Manuel a robarle la caballada. Después aprovechando las facultades amplísimas de Viana, Artigas obtuvo de él, por acto documentado en su campamento en febrero de 1805, la concesión en propiedad de 34 leguas cuadradas ubicadas justamente en el reducto de Arerunguá.

Como habían denegado su retiro, Artigas insistió infructuosamente con un nuevo certificado médico. En el invierno de 1805, de licencia en Montevideo, se casó con su prima Rosario Villagrán. Es notable que, lejos de ser una boda conveniente para su ascenso social o su vinculación con la clase principal, fue explicada por él mismo al solicitar la dispensa como el modo de rescatar de la pobreza a una parienta huérfana de padre.

Por otra parte, cabe presumir que el malestar o el desaliento que lo afectaban no eran ajenos a sus contrariedades con la autoridad y a hechos que difícilmente podría aceptar sin cargo de conciencia, como las masacres de los indios. Entrando en la madurez, Artigas no podía ignorar la necesidad de imponer orden en la campaña, pero sus actitudes indican que lo concebía a través de una política de integración y no de exclusión de los gauchos, los indios y los pobres.

Blandengue. Óleo sobre tela de Mauricio Rugendas (1802-1858).
En diciembre de 1805 el virrey Sobremonte puso a su cargo 68 presos para formar un escuadrón de voluntarios, a quienes se indultaba a condición de colaborar en la defensa de Montevideo ante el peligro de invasión británica. Figuraban en la lista Venancio Benavidez y otros dos imputados por homicidio, varios cuatreros apresados por el mismo Artigas, numerosos desertores, peleadores, raptores de mujeres o bígamos, y también un mozo José del Rosario Artigas, detenido por vagancia y "raterías". Días después, en virtud de reparos legales, se revocó la gracia a algunos por la gravedad de sus delitos, asignando al resto a servir en el cuerpo de Blandengues. Cuando se le ordenó restituir a la Ciudadela a varios de aquellos hombres, Artigas protestó, alegando que les había dado la seguridad de su liberación, tratándolos como "ahijados", y ofreció salir a la campaña a pesar de sus "crecidos achaques" para comandarlos un año en tareas de vigilancia y garantizar su disciplinamiento. Entonces se optó por imponerles diez años de servicio militar, permitiendo a Artigas  incorporarlos a su partida.

Después de las invasiones inglesas, el gobernador Elío encomendó a Artigas la vigilancia de la zona al norte del río Negro, facultado para otorgar posesión legítima a ocupantes de terrenos realengos. Su prestigio crecía imponiendo autoridad y haciendo justicia, pero recién en septiembre de 1810 fue ascendido a capitán y lo enviaron a. Entre Ríos a reprimir los brotes juntistas.


Continúa....


Fuente:

Publicado en revista Todo es Historia N° 356, Buenos Aires, marzo de 1997


Imágenes:
http://creartehistoria.blogspot.com.ar
http://bib.cervantesvirtual.com/portal/AAL/gauchesca/
http://www.artvalue.com/auctionresult--guth-jos-1790-argentina-retrato-del-virrey-olaguer-y-f-1773453.htm
http://es.wikipedia.org/wiki/Blandengues_de_Montevideo










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