martes, 29 de mayo de 2012

Revisionismo Histórico (Parte I)

El "Revisionismo Histórico" le da valor a sectores postergados por la historia social, como es el caso de los indígenas, las mujeres. Por ejemplo Felipa Pigna acaba de escribir un libro interesante sobre la participación de las mujeres en la historia.



La historia oficial es la que siempre nos contaron y nos enseñaron, es la que escribieron los vencedores de las guerras civiles de los siglos XIX y su espíritu no pudo sino reproducir la ideología oligárquica, porteñista, liberal en lo económico y autoritaria en lo político, antihispánica y anticriolla de aquellos cuyo proyecto de país estaba resumido en el dilema sarmientino entre "civilización", lo europeísta-porteño, y "barbarie", lo criollo-provincial.

Diseñaron una sociedad a la imágen y semejanza de las naciones poderosas de la época y copiaron sus instituciones y sus cartas magnas sin reparar que ellas respondían a circunstancias e idiosoncracias ajenas a las nuestras. Para ellos civilizar fue desnacionalizar. De allí, nuestras costumbres, nuestros gustos, nuestra arquitectura, nuestro deporte, nuestros vicios. Nuestra historia.

Para llevar a buen puerto ese proyecto de organización nacional consideraron imprescindible  renunciar a lo criollo y a lo hispánico. Sus ideólogos, en especial Sarmiento y Alberdi (éste antes de su conversión y de su conflicto con el sanjuanino), debieron enfrentar una dificultad: sus habitantes, la plebe, según su concepción no servían para el proyecto "civilizador".

Es Alberdi nada menos que el redactor de nuestra Constitución Nacional, quien hará más transparente esa tendencia a descalificar lo autóctono en desmedro de lo extranjero, dominante hasta nuestros días. Don Juan Bautista se esmeraría por aclarar en el texto de "Las Bases" sus ideas: "Haced pasar el roto, el gaucho, el cholo, unidad elemental de nuestras masas populares por todas las transformaciones del mejor sistema de instrucción: en cien años no haréis de él un obrero inglés que trabaja, consume, vive digna y confortablemente". Se explayará también en consejos que aún hoy tienen dramática vigencia: "Proteged empresas particulares para  la construcción de ferrocarriles. Colmadlas de ventajas, de privilegios, de todo favor imaginable sin deteneros en medio (...) Entregad todo a capitales extranjeros. Rodead de inmunidades y de privilegios el tesoro extranjero para que se naturalice entre nosotros".

No se trataba de hacer un país confortable para las grandes mayorías sino acomodarlo a las necesidades de los poderosos: "Necesitamos cambiar nuestras gentes incapaces para la libertad" (Sarmiento). He aquí la razón de fondo de la poítica educativa que planearon y llevaron adelante el sanjuanino, Avellaneda y otros. Libertad debe traducirse aquí como liberalismo autoritario, no el que pregonaba Adam Smith.

(“Perfil”, 04-05-08) Pacho O’Donnell

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