miércoles, 30 de mayo de 2012

Manuela Rosas

He ahí un nombre conocido de todos, pero que indistintamente lo han aplicado unos a un ángel, otros a un demonio. Pues esa mujer que ha inspirado ya tantas páginas en su favor y tantas en su daño, entre los caprichos de su raro destino, el no haber sido comprendida jamás ni por sus apologistas ni por sus detractores.

Retrato de Manuela Rosas por Prilidiano Pueyrredón

Nació en Buenos Aires el 24 de mayo de 1817, hija de Juan Manuel de Rosas y Encarnación Ezcurra. Se educó en la ciudad, pero iba con frecuencia  a las estancias de supadre del  Pino (o San Martín) y Los Cerrillos. Poseía dotes musicales y fue su maestro de música el alemán Johann Heinrich Amelong, hacia 1835.

Una descripción de Manuelita, hacia 1840, hecha por el reverendo Pontoppidan, de la fragata danesa Bellona, nos la muestra asi: "Manuelita presenta un aspecto interesante sin ser regularmente hermosa. Espiritualidad y alma se reflejan en todo su exterior, pero sus modales son exaltados, sus ojos echan llamas, y en todos sus rasgos y movimientos se puede leer cuál es su situación singular en la vida. Los oficiales se sienten cómodos en compañía de doña Manuelita y admiran a esta mujer graciosa y guapa que monta los caballos más indómitos, fuma un cigarrito si el caso se ofrece, toca el piano y canta, y no mal, y entretiene una conversación corriente en español bueno y francés malo mezclados".

Reproducción de un cuadro de D. Prilidiano Pueyrredón,
existente en el Museo de Bellas Artes
Por la extensión característica del gobierno de su padre, su figura adquirió un relieve que el romanticismo de la época acentuó hasta hacer de ella un símbolo. José Marmol decía de ella: "Manuela oye a todos; recibe a todos con afabilidad y dulzura. El plebeyo encuentra en ella la bondad en las palabras y en el rostro. El hombre de clase alta halla cortesía, educacion y talento. Manuela no es una mujer bella, propiamente hablando; pero su fisonomía es agradable  y simpática, con ese sello indefinilbe, pero elocuente, que estampa sobre el rostro la inteligencia, cuando sus facultades están en acción continua. (...) Agregad a esto una figura esbelta; una cintura leve, flexible, y con todos esos movimientos llenos de gracia y voluptuosidad que son peculiares a las hijas del Plata, y tendréis una idea aproximada de Manuela Rosas, hoy a los 33 años de su vida; edad en que una mujer es dos veces mujer".


Hasta el fallecimiento de su madre, en 1938, ésta ejerció una importante influencia política y social en la política de Buenos Aires, de la que Rosas era Gobernador, mientras Manuela permaneció en un segundo plano. Hacia 1938 era una adolescente hueca y frívola, con escasos rudimentos de escolaridad y, unos años después se convirtió en una experta en política exterior. Tras la pérdida de su madre, comenzó a ejercer de hecho como una Primera Dama, acompañando a su padre en ceremonias protocolares y recibiendo a embajadores extranjeros y representantes de los gobiernos de las provincias argentinas.

No obstante que siempre desarrolló sus funciones bajo la dirección de su padre, ella supo imprimirles su impronta. Se destacó por su carácter bondadoso. Conquistó la adhesión de cuantos la trataban, y conoció la adulación y el halago interesado. Vivía rodeada de un círculo de parientes y amigas, que compartían sus deberes oficiales y sus expansiones particulares. Fue el centro vital de todas las fiestas, un espíritu alegre siempre dispuesto a la diversión. Poseyó su "propia corte" en los jardines de Palermo, donde desarrolló su vida pública, y la fortuna de un "salón" de gente joven. A sus tertulias asistía lo más rancio de la aristocracia federal y algunos sospechosos de ser unitarios.

Máximo Terrero     
fotografía Museo Histórico Saavedra
Su romance con Máximo Terrero, alimentado durante muchos años, no pudo pasar de proyecto por la oposición de Rosas, y sólo después de la caída del padre logró concretar su casamiento, desafiando la ira del despótico ex gobernante, que nunca le perdonó el haberlo abandonado. Máximo, hijo de Nepomuceno, amigo y socio de Rosas, se desempeñaba como secretario del restaurador.

La situación de Terrero era por demás desagradable, su novia presidía todas las celebraciones a las cuales él no era ni siquiera invitado. Como vivía en la residencia de Palermo era testigo de los "flirts" entre su amada y los europeos. Así como todo el mundo conocía que eran novios a nadie se le escapaba que la soltería de Manuela era forzosa.

En ese estado de cosas esta mujer sobrepasó los 35 años y, para su dicha e infortunio, llegó Caseros. Con la derrota ella conoció largas horas de angustia, y antes del destierro, sufrió mucho al saber que su Máximo, había caído prisionero de las tropas de Urquiza. Apenas el jefe entrerriano le concedió la libertad, fue a unirse con su Manuela. Máximo siguió a los Rosas, voluntariamente, a Inglaterra. Hasta Rio de Janeiro viajó a bordo del "Prince" junto con Sarmiento -que se iba a Chile, peleado con Urquiza- y con Lucio V. Mancilla, hasta Europa. 

Al fin el 23 de octubre de 1852, Manuelita y Máximo pudieron concretar su matrimonio, aún sin el permiso del general que se quejaba a sus visitantes de haber sido "abandonado" por su hija. Cuando Manuelita le comunicó su decisión de casarse, el viejo de los ojos azules, le respondió que era una "crueldad inaudita". 

Sus vidas quedaron marcadas por esa incapacidad para compartir el corazón de "la niña". Ella no se equivocó, con Máximo  vivió cuarenta y dos años de excelente matrimonio. La dicha de Manuelita se completó con el nacimiento de dos hijos, Manuel Máximo en 1856 y Rodrigo Tomás en 1858. 

La hija de Juan Manuel de Rosas fotografiada en el exilio de Southampton, junto a los dos hijos allí nacidos
Pasados los años, don Juan Manuel, un viejo solitario en el exilio, recluido en su quinta en Southampton, más terco aún de lo que siempre había sido, continuó repudiando la desobediencia de Manuelita y recriminándole el casamiento. Pero, aunque persistía en masticar su veneno, no hacía otra cosa que hablar de sus nietos cuando ellos, terminadas las vacaciones, regresaban a su casa en Londres. De los dos chicos, Rodrigo era el preferido.

Manuela murió en la capital inglesa el 17 de septiembre de 1898 sin haber podido volver a su patria desde la Batalla de Caseros. 

Manuelita y Máximo ya ancianos.





Fuentes:
http://es.wikipedia.org/wiki/Manuela_Rosas
http://www.saber.golwen.com.ar/manuelit.htm
http://ellostambienamaron.blogspot.com.ar/2009/05/manuelita-rosas.html
http://es.metapedia.org/wiki/Manuelita_Rosas
http://es.wikisource.org/wiki/Manuela_Rosas:_2
http://www.lagazeta.com.ar/terrero_maximo.htm





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